La época de inicios del siglo XXI, es para mí un recuerdo muy agradable de mi infancia, vivía en una zona cafetera de gran reconocimiento, y era posible ver cada mes de agosto, una cantidad de personas que migraban de varias zonas del país a trabajar en la cosecha de café. Llegaban a las fincas personas desconocidas en semana, o cada sábado en zonas específicas de cada pueblo o de cada ciudad, se reunían trabajadores “Jornaleros se les dice” en busca de trabajo. El administrador de cada finca elegía a sus colaboradores de la semana y le daba indicaciones de cómo llegar a su casa, era una elección muy informal pero que servía en aquel momento. Yo en compañía de mi padre, buscábamos cada sábado esos trabajadores y mi Papá, después de terminada la semana, elegía si le daba a esa persona más trabajo para la siguiente semana o le pagaba el valor por kg de café cosechado durante todos esos días; no había pago de salud o de pensión, no existía contrato de trabajo, era una relación directa de unos cuantos días entre el contratante y el contratista; ya que en muchas ocasiones el trabajador no terminaba de laborar toda la semana contratada, simplemente dejaban tirado el coco: (recipiente de plástico donde se cosechaba café, amarrado a la cintura), y el costal lleno de café en los surcos, porque simplemente se aburría de trabajar y nadie le podía exigir que se quedara; eso sí, antes de pagarle por el trabajo, debían cancelar todo lo consumido en la tienda improvisaba que hacían las madres en las fincas cada cosecha, cuyos productos típicos que no podían faltar eran la gaseosa, el pan y la Pony Malta. Recuerdo que mi madre llego a darles de comer a unos 15 trabajadores semanales, pero eran pocos en comparación con otras zonas donde algunas fincas tenían hasta 200 trabajadores por semana. Esta situación generaba bastante trabajo informal en esa bonanza cafetera del país, me imagino que así debió ser los otros sectores económicos, el arroz, soya, sorgo, maíz entre otros.
De esta manera que acabo de describir generaba bastante empleo, había oferta y demanda y la gente vivía cómodamente en la zona agrícola. Podría decir que esta situación la vivieron muchas generaciones de personas que hoy estamos en las ciudades. El campo no es una oportunidad de progreso para las familias de hoy, me imagino que muchos pensamos, esto de cierta manera se debe a la falta de subsidios e incentivos a los medianos y pequeños agricultores. Hoy la pandemia muestra que se debió apostar al agro, y no a una economía dependiente de combustibles fósiles.
Esta semana, el país se despertó con la noticia, de que la tasa de desempleo en Colombia podría superar el 16%, en el peor escenario para el país; esto se puede traducir en 4 millones de personas desocupadas del total de población (25 millones), según el Dane, que pueden laborar o están en edad económicamente activa en Colombia. Desde 2001 según información histórica del Banco de la República, la tasa de desempleo se ha movido en general sobre dos dígitos, se puede apreciar una disminución desde 2001 cuando estaba en 14,7% hasta 2015 que llego a ser de 8,9%; podría pensarse que el mejoramiento de la economía nacional se debió a la expansión comercial del país hacia el exterior y la disminución del conflicto armado, permitió que mucha de la población desplazada lograra retornar a sus tierras y se generaran empleos en estas zonas productivas abandonadas. Nos queda preguntarnos ¿habrá una reestructuración económica después de afrontada la pandemia?